Hace un tiempo, por aquel momento que aún me encontraba dando mis primeros pasos en el mundo laboral, estuve incidiendo durante un rato en una serie de prácticas habituales que suelen darse en el vasto medio que resulta internet, más específicamente en todo aquellos relacionado con la creación de contenido, más cuando se trata de autores de pequeño y mediano calado. Sin señalar a nadie en específico y sin ánimo como siempre de cambiar el curso de la rueda, hoy me gustaría soltar un poco de bilis, para quedarme a gusto, ni que sea conmigo mismo.
Y algunos pensaran que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pues yo también soy de aquellos que en algún momento ha incidido en algunas de estas praxis. Pero sin lugar a dudas, al contrario que otros, apenas me veo beneficiado por las mismas, al mismo nivel que tanto otros compañeros, como otros creadores ajenos a este medio si hacen, especialmente de forma asidua. Porque sí, esta entrada va más de resaltar el talento, mientras señalo con el dedo a los cuatro que hacen lo de siempre, que intentar llegar al enésimo análisis que nunca me dio tiempo ni siquiera a escribir...
Probablemente el sesgo de confirmación, junto con diversas conductas gregarias habituales en el ser humano, estén implicadas aquí más de lo que nos gustaría creer, sin embargo como lleva ya pasando unas cuantas entradas atrás, nuevamente es por culpa del pasar del reloj que este post, sea más personal, pero sobre todo más improvisado que de costumbre. Las gracias nuevamente a la vida real, que nos pone piedras en los zapatos para que no podamos hacer todo lo que nos gustaría, ni en la medida más adecuada. Así que como ya he adelantado hoy toca volver al enésimo tema que me enfurece, para darle esa extensión tan impopular pero merecida.
Por lo demás no voy a extenderme más, es hora de meterle caña a blogueros y otros influencers de medio pelo...