Alerta: Debido a la naturaleza narrativa de Kikokugai y su ausencia de interacción o decisiones más allá de pasar el texto, es imposible hablar de él sin caer en algún otro detalle que se podría descubrir llegando virgen a la experiencia. Si lees más allá de este punto, que no digas que no te he avisado...
A cada paso que da, a cada obra que firma, Gen Urubochi, esta cada vez más cerca de más y más público, su sello personal que es la crueldad inherente, a cada uno de los integrantes de cada historia, como presenta su vida, para luego retorcerla, poco a poco destruyéndola en el proceso, se ha convertido en su modo operandi. Sin embargo por cada peldaño que escala, pese a sus tropos personales, sus trabajos no solo empiezan a mostrar un patrón, si no que además empiezan a carecer del horror más puro, para acercarse a nuevas formas de sorprender dentro de los nuevos medios en los que trabajan, así lo permiten.
Aun así, todo tuvo un comienzo, hubo una época, donde el autor más conocido como "El carnicero" se mostraba aun más visceral, aun más violento, mucho más despiadado, la Novela visual que hoy nos ocupa, pertenece a ese convulso tiempo, de un joven Urobochi muy centrado en introducirse en la industria, en la que hoy es referente, pero sobre todo de dejar una impronta en todos aquellos que decidieran adentrarse en una oxidada y dividida Shanghai, donde los cielos buscan abrirse, en un mar de nubes, que solo puedes descargar lagrimas de acido...