I Wanna be the Stan: The Elder Scrolls IV: Oblivion

 

Otro año más siguiendo la iniciativa de Zona Delta, toca amar u odiar determinadas obras, ya sea porque nos han marcado o bien porque nos han decepcionado. En este caso aprovechando la ocasión voy a escribir una serie de entradas, que se compondrán de una de amor (Al titulo que estáis viendo) y otra de odio, a su secuela. Así cubrimos en este humilde blog, la totalidad de la propuesta.

¿Es The Elder Scrolls IV: Oblivion de lo mejor que ha parido Bethesda en estos últimos 14 años? La respuesta rápida es: SI... Pero... Seguid leyendo.

Corría el año 2010, era una calurosa tarde de finales de junio, habían empezado las vacaciones y yo acababa de terminar el primer Bioshock, dispuesto a colocarlo en su caratula, atisbé que ahí siempre había estado el DVD de The Elder Scrolls IV: Oblvion. Joven e iluso de mi, que en aquella época lo más cercano que había tocado de RPGS era el Pokemon y el Fable, había estado ignorando la obra de Bethesda, debido a su naturaleza y lo poco amigo que yo era en aquel entonces de este genero. Dispuesto a por lo menos probarlo y sentir que la inversión del pack merecía la pena, coloque el juego en la bandeja de por aquel entonces mi primera Xbox 360. Mi vida desde el primer momento que escuche Reign of the Septims, cambio para siempre...

Nuestras aventuras en Cyrodill, arrancan con la creación de nuestro personaje, preso en la ciudad imperial y su posterior escape, gracias a la ayuda del emperador, al que trágicamente vemos morir ante unos enemigos contra los que al principio poco podemos hacer. Tras recibir la misión por parte del moribundo monarca de encontrar a su heredero, nos escurrimos a través de las alcantarillas y pronto somos libres en una tierra extensa y poblada, deseosa de ser descubierta.

Uno de los grandes aciertos de la cuarta entrega de The Elder Scrolls, es que sabe en que papel ponernos, aquí no somos Sangre de Dragón, elegidos para salvar al mundo o el protagonista buenazo de turno. Simplemente somos un héroe anónimo, nuestra representación virtual en Tamriel, dispuesto a llegar tan lejos como nosotros estemos dispuestos. Esto se representa en todos los papeles de la trama, donde más que protagonistas somos protectores y acompañantes de aquellos que sí van a hacer nombre en la historia, destacando nuestra participación en los momentos decisivos como salvadores y campeones de aquellos que de nuevo merecen gobernar.

Esto también hace que toda la exploración y realización de tareas se sienta más orgánica, pues nuestro personaje debe buscar su lugar en el mundo o su sustento para sobrevivir un día más en las tierras de Cyrodil, porque a fin de cuentas, nuestro héroe, es un ciudadano anónimo que excluyendo sus capacidades poco se diferencia del guardia de la ciudad, un aprendiz de gremio o un mercader ambulante.

Pero es que tanto las tramas secundarias, como las relacionadas con los gremios, no se quedan atrás, brillando las ultimas con especial fuerza. Si en Skyrim en dos o tres misiones ya eras un alto cargo de los compañeros habiendo matado cuatro esqueletos, aquí solo para ser estudiante interno de la universidad de magos, requieres haber pasado varios exámenes que ponen cada uno de los gremios locales y todos por supuesto relacionados con las aptitudes con los conjuros. Todos los trabajos de campo, exterminio y ayuda local que haces como recluta de los luchadores, cada plan de asesinato con su ejecución para la hermandad oscura, pasando por todos los intento de robo y fuga, sin violencia para el gremio de ladrones.

Cada gremio se siente vivo, con su propia idiosincrasia, localizaciones reconocibles, además cada uno tiene su propia trama, con sus personajes destacados de los cuales hay algunos verdaderamente magnéticos (hola, Lucien Lachance). Tu progreso por cada uno se siente natural, desbloqueando relaciones de confianza con los diferentes miembros, que no se traducen solo en entrenamiento, pasando las tramas relacionadas con estos de forma dinámica por su presentación, nudo y posterior desenlace.

Tampoco se quedan atrás las misiones secundarias, con casas encantadas, gladiadores hijos de vampiros, abordaje de barcos, asesinatos políticos, entre muchas otras. Incluso las menos elaboradas, dejan un buen sabor y están bien construidas. Dando que pensar tras su ejecución o bien dejando buenas sensaciones, porque incluso la peor, esta mucho mejor construida, que algunas de las mejores de sus secuelas.

A nivel mecánico, tampoco desmerece, coge el sistema de combate de su predecesor y lo mapea de una forma cómoda, adaptada a todos los públicos, pero teniendo en cuenta estadísticas, equipo y tipos de golpe o efecto, como buen RPG que también es. Permitiendo combates centrados en el adecuado uso de nuestras herramientas, hechizos, golpes potentes y posturas de bloqueo, siendo todo esto necesario para sobrevivir en dificultad estándar o superiores.

Además Oblivion es muy rico en cuanto a variedad de armas y conjuros, teniendo cada uno su categoría concreta, pudiendo mejorarse o repararse las primeras, además de con su correspondientes golpes potentes con efectos concretos cada uno y en el caso de los segundos existe la posibilidad no solo de encantarlos a objetos, si no de crear nuestros propios hechizos con sus efectos a nuestra elección.

A todo esto se suma un sistema de clases, que rigen nuestras habilidades y atributos iniciales, una vez se escoja una, pero que también permite la flexibilidad de crear la nuestra propia, cambiarla antes de acabar el tutorial e incluso posteriormente entrenar nuestras habilidades, mediante su uso. Porque el juego requiere de un uso adecuado de muchas de sus disciplinas para llegar a buen puerto, pero también permite que se afronten diversas misiones desde varios ángulos, siendo los hechizos un buen sustituto de estas, si no se han entrenado y se sabe a que sortilegios acudir...

Al final incluso con algunos especialistas, con algo de maña y entrenando algunas habilidades se puede avanzar en los diferentes encargos, que también tienen mucho contenido a explotar en función de cuantas más cosas sea capaz nuestro héroe.

A nivel de localizaciones, sobran las palabras para describir tanta belleza, ciudades con Anvil o Skingrad e incluso algunas más modestas como Bruma, todas se sienten diferenciadas y todas tienen toques arquitectónicos reconocibles, ubicadas en parajes únicos, junto con la rica selección de bioramas y ruinas disponibles en Cyrodill, hacen a esta obra, un lugar por el que merece la pena perderse explorando.

Además gracias a la brechas que hay con el infierno daedrico de nombre Oblivion, también disponemos de parajes cercanos a volcanes o a inframundo, que también destilan cierto toque a Dungeon Crawler, ya que aparecemos en lugares aleatorios y muchos tienen interesantes cuevas o templos que explorar y de los que extraer todo tipo de recursos.

Pero entre todo eso destaca la ciudad imperial, bastión de la comarca, con sus barrios propios, diferentes tipos de arquitecturas y ubicaciones únicas, como la universidad, el palacio o el coliseo entre otros.

Si se dice que The Elder Scrolls III: Morrowind es un leyenda, Oblivion sin duda es su alumno más aventajado, acercando el estilo de su antecesor a las sensibilidades modernas y creando una nueva escuela, que sus sucesores acabarían pervirtiendo. Esta obra es quizás a día de hoy no solo la puerta de entrada más indicada hacia una saga que ha acabado dejando de lado la calidad en pos de la accesibilidad, si no también el camino que debería haber mantenido Bethesda con The Elder Scrolls. 

Sin duda una obra que los años no le pesan tanto, e incluso a día de hoy es completamente disfrutable. Uno de esos esenciales de la séptima generación, injustamente eclipsado por su secuela, que no se merece ni la mitad de elogios, que esta obra sí. Y sobre todo uno de esos juegos que guarda un lugar tan especial en mi corazón, que ha hecho sin duda que lo compre 3 veces y las que faltan...