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domingo, 16 de mayo de 2021

El símbolo de audiencia como motor del jugador

En sus más primigenios orígenes, aparte de ser considerados más juguetes que otra cosa, los videojuegos siempre han invitado al escapismo, han intentado atrapar al jugador con todo tipo de historias, épicas, situaciones o aventuras, centradas en él, en como debería desenvolverse. Todo dentro de un espacio limitado, más o menos angosto, pero siempre seguro e incluso superable, donde nada es imposible y a base de esfuerzo, memorizar sensibilidades, patrones o emplear la astucia, siempre se podía salir airoso, por muchas noches que nos quitaran de sueño o mucha ayuda se tuviera que pedir a amigos o a gurús del vasto internet.

Sin embargo, aunque con el tiempo, nuestra forma de acércanos al ahora "ocio electrónico" es muy diferente, hay una cosa que siempre prevalecerá en el modus operandi de las diferentes obras que nos presentan. Todas quieren dejar marca en nosotros, todas quieren ser ese espacio, que cuando dejemos, podamos echar la vista atrás con cariño, incluso con nostalgia, algunas incluso nos invitan a volver a ellas más de una vez, otras intentan que siempre permanezcamos en ellas de una manera u otra, o por lo menos todo el tiempo posible. En definitiva siempre querían hacer que ese mundo, esos personajes, esos retos e incluso esos gráficos o baladas, se sintiesen parte de nosotros, que hubiese una pertenencia real, más allá del simple desembolso de dinero, al obtener la obra en cuestión. 

Y para ello, una de las herramientas más utilizadas es un elemento que se conoce en la narrativa moderna como "Símbolo de audiencia". Figura que no solo se da en este nuestro medio, sino, en muchísimos más, pero que encontró su expansión o particular desarrollo en el mundo de los videojuegos, tan dependientes de las sensaciones y de la interacción directa del consumidor con la obra. Donde al hacernos participes de los diferentes elementos y situaciones que conforman al videojuego, incluso el menor de ellos, o el que carece de menos elementos narrativos, nos produce este sentimiento de posesión o conexión con el producto, usando por supuesto este recurso narrativo, como puente e incluso motor.